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Este texto tiene la intención de proporcionar alguna información sobre el camino que tomé para descubrir más sobre el mundo digitaly servir de antídoto a aquello que aún no podía encontrar. Me di cuenta de que me enfrentaba a tantas innovaciones tecnológicas que estaban surgiendo e impactando en nuestras vidas que no sólo se limitaban a la ciencia ficción. Esto es compartir parte de mi historia, como persona negra, mujer cis, 28 años, de la diáspora. Soy hija de padre tapicero con estudios secundarios y madre ama de casa con estudios primarios, nacida en Brasil. Hablaré, sobre todo, por las personas negras; que, como yo, pensaban o piensan que la tecnología es algo en lo que no podemos intervenir y construir más allá de lo que ya preside.
Me llamo Obirin Odara, pero no es mi nombre registrado. Forma parte del proceso de resignificación de mi lugar en un país racista con una fuerte presencia africana que existe en el fenotipo, en la cultura, en el pasado y, dada nuestra resistencia al proceso colonial, de disputa en el presente y construcción del futuro. Como nos enseña Lélia Gonzales, "los negros tienen que tener un nombre y un apellido, de lo contrario a los blancos se les ocurrirá un apodo... a su gusto". Por eso soy Obirin Odara, un nombre yoruba que evoca mi feminidad y mi fuerza más allá del sometimiento que forjan sobre los negros y, sobre todo, sobre las negras.
Basta una rápida búsqueda en Google para tener algunas dimensiones de los datos que se tienen sobre las mujeres negras en este país. Como efecto de esta estructura, yo también estuve sujeta a esta visión simplista al creer durante tanto tiempo que ciertos lugares eran míos y otros no. Lélia Gonzales también nos enseña sobre esto, que hay lugares socialmente demarcados para la mujer negra en sociedades colonizadas como la brasileña, a saber: la "mulata" - objeto de cosificación; la Madre Negra - el lugar de cuidado permanente del Otro a través de la abnegación; y/o la Doméstica - la que sería "casi de la familia", pero que sólo sirve para servir y nunca se sienta a la mesa. Ciertamente, al ser estos los lugares que nos destinan y condicionan, las áreas de tecnología también aparecen y se fijan en nuestro imaginario como lugares lejanos e inaccesibles.
A pesar de todo el racismo, seguí estudios superiores y obtuve un máster. A los 25 años, ya tenía mi licenciatura en Trabajo Social y un máster en Políticas Sociales por la Universidad de Brasilia. Este lugar es la excepción, si se considera la situación de la población negra brasileña, que sólo fue posible gracias a las conquistas del movimiento negro. También debido al movimiento negro, mi educación no fue desracializada. En el cuarto semestre de mis estudios...
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